lunes, 29 de marzo de 2010

C-La sota de picas. Boris Akunin. (Cap. 3/8)

Pido disculpas a los que habeis esperado desde Septiembre el siguiente capitulo, pero ya por fin le di el ultimo tiron.
Viene de aqui

Es hábil, el canalla
Servir, parece ser, es posible de formas diferentes.
Puede el agente de policía mojarse bajo la lluvia por horas, siguiendo desde los arbustos punzantes tras la segunda ventanilla a la izquierda en el tercer piso, o arrastrarse por la calle tras el "objeto" entregado en la estafeta, para el cual es desconocido quién es y que ha hecho.
Pueden los mensajeros, sacando la lengua, correr por la ciudad con la bolsa del estado, repleta de paquetes.
Y es posible ser el ayudante temporal de su alta excelencia el funcionario de los encargos especiales. Al pabellón en Pequeño Nikitsky confiaba en llegar sobre las diez. Es decir, vas como una persona, no a la carrera por oscuros callejones, y sin prisa, con dignidad, con luz del día. Se le dió a Anisy un coche, así que era posible no perder una hora en el camino e ir rodando al servicio del señor. Pero nada de eso, baja y va andando, y los superfluos 50 kopecs siempre son útiles.
La puerta fue abierta por el criado japonés Masa, que Anisy ha tenido tiempo para conocer bien. Маsа saludaba y decía: “Bunos, Tju-san” que significaba “Buenos días, señor Tjulpanov”. Al japonés le era difícil pronunciar las palabras largas rusas, y la letra “L” no podía, por eso los "Tjulpanov" para él se han convertido en “Tju”. Pero Anisy, como ayuda de cámara de Fandorin, no se ofendía, las relaciones establecidas entre ellos eran completamente amistosas, es posible incluso decir conspirativas.
En primer lugar Маsа informaba a media voz del "estado de la atmósfera”, así Anisy sabia el humor que reinaba en la casa. Si el japonés decía: “Chixa” (Tija: Silenciosamente), era que todo estaba silencioso, la hermosa condesa Addi se ha despertado en disposición clara del espíritu, canturrea, arrulla a Erast Petrovich y a Tjulpanov le mirará con mirada dispersa, pero benévola. Es posible ir a la sala valientemente, Masa le dará cafe con un panecillo, el señor funcionario hablará alegremente y con aire de burla, y su querido corsé golpeteará con sus dedos con aire de desafío y enérgicamente.
Si Masa susurraba: “Guromka” (Gronka: ruidosamente), era necesario pasar de puntillas rápidamente al despacho y ocuparse en seguida de la tarea porque en la casa había tormenta. Significaba que de nuevo Addi sollozaba y gritaba que ella se aburría, que Erast Petrovich la había arruinado, la había seducido, la había apartado del marido, el más digno y el más noble de entre la gente. Para ti, quizás, mejor te apartas, pensaba Anisy, tímidamente escuchando los truenos y hojeando los periódicos.
De tal forma, ahora el tenía la tarea de la mañana, estudiar las ediciones publicadas de Moscú. El asunto era agradable: susurras por las páginas olorosas, lees sobre los chismes de la ciudad, miras los seductores anuncios publicitarios. Sobre la mesa, lápices agudamente afilados, azul para las marcas habituales, rojo para la nota especial. No, honestamente, la vida de Anisy se había convertido completamente en otra ahora.
El pago por tal servicio dorado fue, a propósito, el doble del anterior, y además, por el servicio ha tenido un aumento. Escribió deprisa Erast Petrovich a la dirección dos líneas, y han determinado en el acto que Tjulpanov era el candidato al grado de clase. Para la primera vacante entregó un examen estúpido, y ya está preparado, era mensajero, se convirtió en funcionario, el señor registrador colegial.
Y asi comenzó todo.
En aquel día inolvidable, cuando a Anisy se le apareció la paloma blanca, salió directamente de la casa del gobernador junto con el funcionario hacia la notaría que registró el acta de compra con la firma de mofa. Allí, tras la puerta con la placa de cobre Iván Karlovich MEBIUS no había nada. La consejera titular Kapustina, de quien era la casa, abrió la puerta cerrada con su llave propia y declaro que el señor Mebius alquiló el primer piso hacia dos semanas, pago el mes por adelantado. La persona era sólida, detallada, aparecía su anuncio de la oficina en todos los periódicos, en el lugar más destacado. Desde el día de ayer no aparecía, ella misma se asombró.
Fandorin escuchaba, asentía, de vez en cuando planteaba preguntas cortas. Ordeno escribir a Anisy la descripción de la apariencia del notario que ha desaparecido. “Talla ordinaria, - diligentemente rechinó con el lápiz Tjulpanov. - bigotes, barba con una sola punta. Cabellos píos. Quevedos. Todo el tiempo menospreciaba las manos y se burlaba. Cortés. Sobre la mejilla, a la derecha, una verruga grande castaña oscura. Edad, de aspecto no menos de cuarenta. Los zapatos de cuero. El abrigo gris con el cuello de smoking negro”.
- No escriba usted sobre los z-zapatos y el abrigo, - dijo el funcionario, por un momento habiendo mirado los papeluchos de Anisy. - Solamente la apariencia.
Tras la puerta se encontraba más de lo que hay en una oficina habitual: en la sala de recepción un escritorio, la caja fuerte entreabierta, las estanterías con carpetas. Las carpetas estaban todas vacías, y en la caja de caudales, sobre la balda de hierro, en el lugar más destacado - la carta, la sota de picas. Erast Petrovich tomo la carta, la examino con lupa, y la lanzo al suelo. A Anisy dijo en la explicación:
- Es una carta cualquiera, tales son vendidas en todas partes. Yo, Tjulpanov, las cartas no puedo soportar, y la sota de p-picas (aun llaman así a Momo) en particular. Para mí están ligados recuerdos muy desagradables.
De la oficina han ido al consulado inglés para encontrarse con Lord Pitsbruk. Esta vez el de Albión estaba acompañado del traductor diplomático, así que Anisy podía escribir las declaraciones de la víctima.
El inglés comunico al funcionario que la notaría “Mebius” le fue recomendada por Mr. Shpejer como la firma más respetable y viejísima jurídicamente en Rusia. Para confirmar las palabras, Mr. Shpejer le mostró algunos periódicos, en cada uno de ellos la publicidad de “Mebius” se instalaba en el lugar más destacado. El lord no conoce la lengua rusa, pero el año de la base de la firma - mil seiscientos, por cierto – le dio a él la impresión más favorable.
Pitsbruk mostró uno de los periódicos, “Los registros de gobierno de Moscú”, que el inglés llamaba “Moscow news”. Anisy extendió el cuello por la espalda del señor Fandorin, vió grandísimo, en un cuarto de la hoja periodística el anuncio:
Notaría Mebius
Certificado de registro del ministerio de justicia número 1672.
Composición de testamentos y contratos, formalización de autorizaciones, garantía por el empeño, representación por la exacción de los deberes, también otros servicios.
Llevaron al inglés a la oficina desgraciada. El contó todos los detalles, como, habiendo recibido firmado “por el gentleman viejo” (es decir, su excelencia el señor gobernador-general) el papel, vino aquí, a la “office”. Mr. Shpejer con él no fue porque se sentía insignificante, aseguro sin embargo que el jefe de la firma estaba prevenido y esperaba a un cliente alto extranjero. Al lord, de la misma forma, lo encontró muy amable, le ofrecieron té con “bizcochos firmes redondos” (¿melindres, acaso?), un cigarro bueno, y los documentos los formalizaron muy rápidamente. El dinero, cien mil rublos. El notario aceptó tal importante almacenaje y lo puso en la caja de caudales.
- Claro, importante, - musitó Erast Petrovich y preguntó algo, mostrando la caja fuerte.
El inglés asintió, entreabrió la portezuela no cerrada de hierro y juro sibilante.
Nada pudo el lord añadir al retrato esencial de Iván Karlovich Mebius, todo lo que repetió fue sobre la verruga. Anisy incluso recordó la palabra en inglés – “wart”.
- La marca es considerable, su excelencia. Una verruga grande castaña oscura justo sobre la mejilla. ¿Puede que encontremos al estafador? - expreso tímidamente Tjulpanov su idea. Mucho le penetraron en su alma las palabras del gobernador-general sobre la leña y los polvos. Quería manifestar su utilidad.
Pero el funcionario no estimó la aportación de Anisy a la investigación. Dijo distraídamente:
- Еsto es absurdo, Tjulpanov. Una treta psicológica. La verruga, o diremos, el lunar en las demi-mejillas, es fácil de representar. Habitualmente, los testigos recuerdan solamente t-tal seña, salta a los ojos, y sobre otras vuelven ya menos atención. Ocupémonos mejor por el defensor de las r-rameras menores de edad, "Mr. Shpejer". ¿Habéis escrito su retrato? Parecerá. “Incomprensible la talla, porque iba en el cochecito. Los cabellos castaño oscuro, con la sien recortada. La mirada suave, bueno. (mm …) Los ojos, parecen claros. (Esto es importante, será necesario aún preguntar al secretario de su alta excelencia.) la cara abierta, agradable.” М-sí, engancharse de nada. Convendrá molestar a su alteza el duque Saksen-Limburgski. Esperemos que él sepa algo sobre su "nieto", toda vez que lo recomendó su "abuelo" por una carta especial.
A “De trapos”, a la persona gobernante, Erast Petrovich fue solo, habiéndose ataviado con el uniforme. Estuvo ausente mucho tiempo y volvió con nubes más lúgubres. En el hotel le dijeron que su alteza se fue en vísperas, partió en el tren de Varsovia. Sin embargo, en la estación de Briansk, el alto pasajero ayer no apareció.
Por la tarde, haciendo el resumen del largo día, el funcionario tenía una reunión con Anisy, que llamó “análisis operativo”. Para Tjulpanov, tal procedimiento era nuevo. Esto sí, después, cuando se acostumbró, cuando cada día se acababa el "análisis", se envalentonó poco a poco, aunque la primera tarde estaba más callado, tenía miedo de decir una tontería
- Así, razonaremos, - comenzó el funcionario - el notario Mebius, que no es ningún notario, no. Se ha evaporado. Uno. – El corsé sobre el hueso chasqueo sonoramente. - El inválido-benefactor Shpejer, que no es ningún benefactor y poco probable que sea inválido, no existen tampoco. Ha desaparecido sin dejar huella. Dos. (De nuevo - ¡chasquido!). Que p-picante especialmente, que de forma incomprensible ha desaparecido el duque, que a diferencia del "notario" y el "inválido", sería auténtico. Claro, príncipes reinantes en Alemania hay a montones, y a todos no vigilas, pero éste, en Moscú aceptaba el honor por el honor, sobre su llegada escribían los p-periódicos. Y tres. (¡chasquido!) por el camino desde la estación fui a la redacción de la "Semana" y “El boletín Ruso”. Pregunte de donde ellos han conocido sobre la visita que tiene por delante su alteza el duque Saksen-Limburgsk. Se ha aclarado que los periódicos han recibido este mensaje de la forma habitual, por el telégrafo de los corresponsales de Petersburgo. ¿Pensáis sobre esto Tjulpanov?
Anisy, mientras está sudando de la tensión, dijo inseguramente:
- Quien sabe, su alta excelencia, quién les envió en realidad estos telegramas.
- Yo también pienso así, - aprobó el funcionario y, a Tjulpanov, en seguida, le alivió el corazón. - Basta saber los apellidos de los corresponsales de San Petersburgo, y el telegrama puede ser enviado por cualquiera y desde donde quiera… Sí, a propósito. No me llame usted “alta excelencia”, nosotros, de hecho, no estamos en el ejército. Será suficiente nombre-patronímico, o … o llámeme simplemente "jefe", esto es más corto y más conveniente. – Fandorin le sonrió algo triste y continuó el "análisis". - Mire que se recibe. Cierta persona hábil, aclarando los nombres de algunos corresponsales (para lo cual es suficiente hojear los periódicos), manda por las redacciones un telegrama sobre la llegada del fiurer alemán, y en todos sucede por sí mismo. Los reporteros encuentran a "su alteza” en la estación. “El pensamiento Ruso” publica la conversación en que el invitado de honor expresa juicios muy valientes sobre la pregunta de los Balcanes, se separa categóricamente del curso político de Bismark, y todo Moscú es sometida, nuestros patriotas reciben al duque con los brazos abiertos. Ah, la prensa, que poco reconocemos para nosotros su verdadera fuerza… Y bien, Tjulpanov, ahora pasamos a las conclusiones.
El funcionario, él ya es "jefe", hizo una pausa y Anisy se asustó de que las conclusiones le convenía hacerlas a él, y en la cabeza del pobre mensajero reinaba una niebla perfecta.
Pero no, lo hizo el señor Fandorin sin la ayuda de Anisy. Dio una vuelta enérgicamente por el gabinete, el corsé chasqueo fraccionadamente, después unió las manos tras la espalda.
- La estructura de la banda “Sota de Picas” es desconocida. Los componentes al menos son tres: “Shepeier”, el "Notario" y el "Duque". Uno. Son extremadamente insolentes, son muy ingeniosos, es improbable que sean presuntuosos. D-dos. Las huellas de ninguno. Tres … - callándose, Erast Petrovich silenciosamente, tal vez, incluso acabó de manera insinuante. - pero ciertos tropiezos tendrán, y cuatro.
- ¿Acaso? - se animó el desalentado Anisy, que esperaba otro final completamente distinto: el muelle, sin esperanzas, así que volvería, Tjulpanov, al servicio de correo.
- Pienso que sí. Los "sotas" son d-duros asegurados en la impunidad, y esto significa que querrán hacer travesuras, lo más probable, aun. Uno. De hecho y hasta la historia con lord Pitsbruk ellos han tenido tiempo para realizar dos estafas acertadas, extraordinariamente insolentes. Dos veces se han lucrado bastante bien, dos veces han dejado insolentemente “tarjeta de visita”, y no han pensado abandonar Moscú con sus considerables trofeos. Más aun… ¿no le apetece un cigarro? - el funcionario hizo crujir la tapa del estuche que estaba sobre la mesa de ébano.
Anisy, aunque tabaco no usaba por causas de la economía, no se contuvo, tomo uno - mucho sí que se parecían, apetitosamente exactos, a los cigarros de chocolate con etiquetas rojas y doradas. En imitación de Erast Petrovich, comenzó a chasquear los labios, encendiendo el fueguecillo, y se preparo a probar la felicidad del paraíso accesible solo a los señores ricos. Veía él tales cigarros en Kuznetsk, en el escaparate del banco colonial Sichov - por un rublo y medio la cosa.
- Punto uno, - continuo Fandorin. - los "Sotas" se repiten en los métodos. Dos. En el asunto con el "duque", y en el episodio con el "notario" ellos utilizaron la credulidad humana a la palabra publicada. Y el lord aun está bien. Ellos, los ingleses, se a-acostumbraron a creer todo lo que el “Times” i-imprime. Pero los periódicos nuestros de Moscú son buenos: Bien han informado a los moscovitas de la llegada de “su alteza”, bien han levantado el alboroto, haciendo tonterías en la cabeza de toda la ciudad… Tjulpanov, ¡el cigarro no se aprieta!
Pero fue tarde. Preparándose a conciencia, Anisy aspiró al pecho completamente el humo acerbo, que le punzo el paladar. La luz palideció, todo su interior como si lo hubiera desgarrado una lima, y el pobre Tjulpanov se dobló por la mitad, tosiendo, ahogándose y sintiendo que ahora iba a morir.
Habiendo vuelto al ayudante a la vida (a lo que contribuyó el agua de la garrafa y las manotadas enérgicas en la demacrada espalda de Anisy), Fandorin brevemente resumió:
- Nuestra tarea, estar ojo avizor.

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Y aquí ya una semana Tjulpanov estuvo ojo avizor. Por la mañana, yendo al envidiable servicio, compraba todo el juego de los periódicos de la ciudad. Subrayaba en ellos todo lo remarcable e insólito, e informaba en la comida al "jefe".
Sobre la comida es necesario decir una particularidad. Cuando la condesa estaba de buen talante y salía a la mesa, se encontraban de comer los platos entregados del restaurante francés "Ertel": cualquier shofrut de perdiz con trufas, la ensalada romana, la macedonia en melón y otros milagros culinarios, sobre los que Anisy antes no había escuchado. Si Addy desde la mañana tenia morriña en el tocador o salía a esparcirse por mercerías y perfumerías, el poder en el comedor lo cogía Masa, y entonces era harina de otro costal. Desde la tienda japonesa-china que estaba en la línea Petrovski, el ayuda de cámara de Fandorin traía arroz insípido, rábanos marinados, crujientes, algas parecidas al papel, y pescado frito dulce. El funcionario comía todo este veneno con visible placer, a Anisy Masa le daba té, bublik fresco y embutido. Para decir verdad, tal refectorio a Tjulpanov le gustaba mucho más, porque en presencia de la bella caprichosa él, fuertemente, se difuminaba y, justipreciar los manjares fantásticos no podía igualmente.
Erast Petrovich escuchaba con atención los resultados de la mañana de las investigaciones de Tjulpanov. Gran parte omitía, otra consentía tomar nota. En la segunda mitad del día se separaba en comprobar: Anisy, los anuncios sospechosos, el jefe, los peces gordos que han llegado a Moscú (como si lo visitaran con el saludo del gobernador-general, y en realidad, mirando con atención que no fuera un impostor).
Hasta entonces todo fue en balde, pero Anisy no se desanimaba. Ey, le serviría así siempre.
Hoy, desde la mañana, a Sonka le dolía el vientre. Se ve que de nuevo mascó la cal de las estufas, y por eso Tjulpanov no llegó a tiempo de desayunar en casa. Tampoco le dieron café en el pabellón. El día daba "fuerte". Estaba sentado Anisy en el despacho tranquilamente, hojeaba los periódicos, y a los ojos, como adrede, penetraba la publicidad de cada comida.
“ En Sretenka, en la tienda Safatov, entraba la bondad extraordinaria de la carne salada bajo el nombre de "Entrecot", - leía él innecesariamente. - Por 16 kopeks. Por una libra, una carne sin hueso, puede sustituir el jamón de la misma clase superior ».
En general, apenas duro hasta la comida. Devorando el bublik, informó a Erast Petrovich de la pesca de hoy.
Nuevamente los que han llegado ahora, el 11 de febrero de 1886, fueron pocos: cinco generales militares y siete civiles. El jefe marcó visitar a dos: el jefe de la intendencia militar marítima, el contralmirante Von Bombe, y el gerente de la tesorería estatal del misterioso consejero Svinina.
Luego Tjulpanov pasó a lo más interesante, los anuncios insólitos.
“Por la decisión del Consejo municipal, - leía él en voz alta con pausas significativas, - todos los propietarios de tiendas de las filas de Gorodski en la Plaza Roja son invitados a la conferencia de la formación de la sociedad anónima con el fin de la reorganización de las filas de Gorodski y la edificación en su lugar de un almacén con la cúpula de cristal”.
- Y bien, ¿aquí que le parece s-sospechoso? - preguntó Fandorin.
- Es algo absurdo. ¿Para qué un almacén con la cúpula de cristal? - razonablemente notó Anisy. - Además, jefe, habéis ordenado prestar atención a todos los anuncios donde piden traer dinero y, aquí hay una sociedad anónima. ¿No sería una estafa?
- No es una estafa, - le apaciguó el funcionario. – La Duma, realmente, ha tomado la decisión de derrumbar unas filas de Gorodski y c-construir en su lugar una galería triple cubierta en el estilo ruso. Más.
Tjulpanov retiró la nota rechazada de "Los registros de la ciudad de Moscu”, y tomó “La palabra Rusa“.
- “CONCURSO DE AJEDREZ. En la sociedad de Moscú de los aficionados al ajedrez, a las dos de la tarde tendrá lugar el torneo de M.I. Chigorin contra diez socios. El señor Chigorin jugará a l’aveugle, no mirando al tablero y sin tomar notas. El premio en el juego 100 rublos. La entrada 2 rublos. Son invitados todos los que deseen ».
- ¿Sin mirar al tablero? - se asombró Erast Petrovich y lo escribió así en el librito. - Está bien. Iré, jugaré.
Alentado Anisy, comenzó a leer más adelante, de "Los Registros de la policía de la ciudad de Moscú”:
- “La LOTERÍA DESCONOCIDA de los INMUEBLES. La sociedad internacional evangélica “las Lágrimas de Jesús” realiza por primera vez en Moscú la LOTERÍA INSTANTÁNEA BENÉFICA a favor de la construcción de las capillas del Santo Sudario del Señor en Jerusalén. Los PREMIOS DE VALOR INAUDITO donados por donantes de toda Europa: villas, casas de ocio, villas en las mejores ciudades europeas. ¡¡¡El PREMIO es COMPROBADO en el LUGAR!!! La entrada ordinaria, 25 rublos. Desen prisa, la lotería estará en Moscú toda UNA SEMANA, y luego se trasladará a San Petersburgo ».
Erast Petrovich se interesó:
- ¿La lotería instantánea? Una idea muy productiva. Al público le gustará. No esperar a la tirada y conocer el resultado enseguida. Curiosamente. Y no parece una estafa. Utilizar p-para la estafa “Los Registros de la policía” si que es demasiado valiente. Aunque de los "sotas" es posible esperar de todo… Tal vez. Vaya allá, Tjulpanov. Aquí tiene usted un billete de veinticinco rublos. Compre para mí un billete. Más.
-“¡NOVEDAD! Tengo el honor de informar al honrado público que en estos días en mi Museo que esta frente al Pasaje Solodovhikov, se ha recibido de Londres un vivo y alegre CHIMPANCÉ con su CRÍA. La entrada 3 rublos. F.Patek.”
-¿Y los chimpancés a usted no le gustan? - se encogió de hombros el jefe. - ¿que la hace s-sospechar?
- No es habitual, - musito Anisy, al que, por decir la verdad, terriblemente solo quería mirar semejante maravilla, y además “vivo y alegre”. - la entrada es por un camino sospechoso.
-No, para “La sota de picas” esto no encaja, - movió la cabeza Fandorin. - y no te disfraces de simio. Además por la c-cría. Más.
-“El 28 de enero de este año se HA PERDIDO UN PERRO, macho, cruzado de gran talla, apodo Hector, negro, la pata trasera izquierda curvada, en el pecho una mancha blanca. A quién lo entregue, le serán dados 50 rublos. Gran Ordinka, casa del conde Tolstoi, preguntar al asistente de profesor Andreev. »
A este anuncio el jefe suspiro solamente:
-Ahora tiene algo usted de buen humor, Tjulpanov. Y bien, ¿para qué nos interesa a nosotros “un cruzado de gran talla”?
-¡Así hay de hecho 50 rublos, Erast Petrovich! ¿Esto por un perro de corral? ¡Esto es sospechoso!
-Ah, Tjulpanov, precisamente, con la pata c-curvada, los aman más que a los hombres guapos. Usted no comprende nada en el amor. Más.
Anisy se sorbió los mocos ofendido. Pensó: muchísimo en el amor comprendéis. A usted en su casa desde la mañana le dan un portazo y no le dan café. Leyó el último de la cosecha de hoy:
-“La debilidad Masculina, la debilidad y la consecuencia de los vicios de la juventud son curadas con descargas eléctricas y con bañeras galvanizadas por el doctor en medicina Emmanuil Straus.”
-Un charlatán evidente, - se puso de acuerdo Erast Petrovich. - ¿si solo no fuera insignificante para los “sotas”? Además, vaya, compruebe.

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De la expedición Anisy volvió a las cuatro de la tarde, cansado y sin pesca, pero de buen humor que, además, no abandonó en toda su última semana. Tenía por delante la etapa más agradable del trabajo, el análisis y la discusión de los acontecimientos del día.
-Veo, por la ausencia de brillo en sus ojos que las redes están vacías, - le saludó su perspicaz Erast Petrovich, observándose que había vuelto recientemente. Iba él aun en uniforme y con sus cruces.
-¿Cómo le ha ido a usted, jefe? - con esperanza pregunto Tjulpanov. - ¿Qué hay de los generales? ¿Qué del ajedrecista?
-Los g-generales eran auténticos. El ajedrecista también. Realmente, un don fenomenal: estaba sentado de espalda a los tableros, nada escribía. De diez partidas ha ganado nueve, ha perdido solamente una. No es un mal business, como dicen estos asuntillos. Novecientos rublos ha recibido el señor Chigorin, cien devolvió. Beneficio neto - ochocientos, y esto en una hora.
-¿Y con quién ha perdido? - sintió curiosidad Anisy.
-Conmigo, - respondió el jefe. - pero esto es insignificante, el tiempo perdimos en vano.
De nada en vano, pensó Tjulpanov. ¡Cien rublos!
Preguntó respetuoso:
-¿Jugáis bien al ajedrez?
-M-muy mal. Suerte casual. - Fandorin reparaba ante el espejo las esquinas ideales del cuello almidonado. – Para mí, Tjulpanov, si veis, también en cierto sentido es un fenómeno. Los juegos de azar me son desconocidos, cualquier juego en el alma no llevo, pero siempre me llevo en ellos de manera completamente fantástica. Me he acostumbrado, así que h-hace mucho que no me asombro de esto. Incluso aquí en el ajedrez. El señor Chigorin ha confundido las casillas, ha ordenado poner a la reina en f6 en vez de en f5, directo bajo mi torre, y después de arruinarse así, continuar no ha querido. Sin embargo jugar diez partidas sin mirar es extraordinariamente difícil. Cuénteme usted sin embargo.
Anisy se acercó cautelosamente, porque en tales minutos se sentía como en un examen. Pero el examen fue agradable, no como en la realidad. Aquí no ponían un aprobado o insuficiente, aquí elogiaban el espíritu de observación o caía con frecuencia la comprensibilidad.
Hoy, la verdad, de nada podía jactarse especialmente. En primer lugar, Tjulpanov tenía la conciencia sucia: por arrastrarse al museo Pateka le ha gastado al estado 3 rublos y durante media hora miró de hito en hito al chimpancé con su cría (los dos estaban de un modo excepcional vivos y alegres, la publicidad no mentía), aunque la utilidad para este asunto no fue decididamente ninguna. Ha pasado por la casa Gran Ordinka, esto sí que del celo de servicio. Habló con el dueño con gafas del mestizo curvado, escuchó toda la historia desgarradora, que acabó con los sollozos contenidos masculinos.
Sobre el doctor eléctrico no quería contar los detalles. Anisy fue al principio, pero se turbó y arrugó. Para el deber tuvo que someterse al bochornoso procedimiento bastante doloroso, después del cual, en la ingle, sentía hasta ahora como si le punzaran agujas.
- Straus, este doctor, un tipo aborrecible, - chismeó Anisy. - muy sospechoso. Hace preguntas cualesquiera ruines. – y acabó vengativamente. - Aquí hay de quién los policías tienen que ocuparse.
Erast Petrovich, persona delicada, sobre los detalles no le preguntó. Dijo con aspecto serio:
-Es digno de elogio que habéis decidido someteros al procedimiento eléctrico, ya que en su caso “las consecuencias de los vicios de la juventud” son posiblemente poco probables. La abnegación en nombre de la tarea es digna de estímulo de todo género, pero deberíamos limitarnos a algunas preguntas. Por ejemplo, cuanto te ha cobrado este curandero por la sesión.
-Cinco rublos. Aquí, tengo el recibo, - Anisy buscó en el bolsillo, donde guardaba todo el informe monetario.
-No es necesario, - indicó el funcionario. - las “sotas de picas” por cinco rublos no se mancharían.
Anisy se ajó. Las agujas malditas le pasaron de tal manera por el cuerpo, agotado por la electricidad, que él empezó a tener hormiguillo incluso en la silla y para borrar la impresión desfavorable de estupidez más de prisa, empezó a hablar sobre la lotería instantánea benéfica.
-Una entidad solida. Una palabra, Europa. Arrienda el entresuelo en el edificio del consejo de patronazgo para la caridad de los huérfanos. En toda la escalera hacían cola personas de título y estados diferentes, muchos y generosos., Yo, Erast Petrovich, he estado parado cuarenta minutos antes de llegar al mostrador. Son compasivas las personas rusas a la beneficencia.
Fandorin levantó vagamente la ceja espesa.
-Así que, según usted, ¿todo está limpio? ¿No huele a e-estafa?
-No, ¡que dice! A las puertas había un alguacil, que correaje, que sable. A cada uno saluda, presta respeto. Adentro, cuando entras, un pupitre, detrás de él una señorita muy modesta, amable con quevedos, toda de negro, sobre la cabeza un pañuelo blanco, en el pecho una cruz. La monja o la novicia, puede, simplemente es una voluntaria. A ellos, los extranjeros, no los irrita. Acepta el pago e invita a girar el tambor. Habla, en nuestra opinión claramente, solamente con un poco de acento. Giras, sacas el billete, todo limpio. El tambor es de cristal, en el hay cartoncitos doblados: azul de 25 rublos y rosado de 50 rublos para los que quieren donar mas. Yo, sin embargo, no cogí el rosado. Abres el billete inmediatamente, ante todos. Si no tiene suerte, está escrito allí: “Que Dios te salve”. Aquí está. - Anisy sacó un hermoso cartoncito azul con las letras góticas - A quien el premio le ha caído, aquel pasa por un vallado. Allí hay una mesa, y tras ella se sienta el presidente de la lotería, un señor muy representativo de edad avanzada, del título espiritual. Él formaliza los premios. А quien no tiene suerte, la señorita le agradece cordialmente y prende al pecho una rosa, en señal de caridad.
Anisy sacó del bolsillo una rosa escondida. Pensaba llevársela a Sonka, que se alegraría.
Erast Petrovich examinó la flor y hasta la olió.
-Huele a “Violeta de Parma”, - notó él. - p-perfume caro. ¿Tan modesta, decís, era la señorita?
-Muy simpática, - le confirmó Tjulpanov. - sonrió con timidez.
-Bien-bien. Y que decís, ¿se dejan coger los premios?
-¡Y cómo! - se animó Anisy. - Cuando aún estaba en la escalera en el turno, salió un señor feliz, con aspecto de profesor. Todo de rojo, llevaba un papel con letras impresas - ha ganado una hacienda en Bohemia. ¡Quinientas desiatinas! Y por la mañana, dicen, una mujer de un funcionario ha ganado una casa lucrativa en París. ¡De seis pisos! ¡Sorprendente tal felicidad! A ella, decían, le ha hecho mal, le daban rapé. Y después de este profesor, al que le tocó la hacienda, muchos se hacían con dos y con tres billetes. ¡Para tales premios y por veinte cinco rublos no es una pena pagar! Ay, no tenía mí dinero, sino también probaría suerte.
Anisy entornó los ojos imaginativamente al techo, imaginando, cómo abre un cartoncito, y allí … ¿Que habría? Bien, por ejemplo, un chateau a la orilla del lago Léman (vió él el lago famoso en un cuadro), - oh, qué hermoso.
-¿Seis pisos? - Volvió a preguntar fuera de lugar el funcionario. ¿En París? ¿Y llamada B-bogemii? Así. Sabéis que, Tjulpanov, vamos, jugaré en su lotería. ¿Llegaremos a tiempo antes del cierre?
Aquí tú y la persona de sangre fría, aquí tú y el olímpico. Y decía todavía que el azar le era desconocido.
A la fuerza maduraron. El turno en la escalera no era menor, la lotería trabajaba hasta las cinco y media, y abrió a las cinco. El público estaba nervioso. Fandorin subió despacio por los escalones, a la puerta pronunció con cortesía:
- Permítanme, señores, yo solamente s-siento curiosidad.
Y, ¿qué pensáis? Era dejado pasar adentro. Algo en mí, sin duda, lo expulsaría, pensó respetuosamente Anisy, y de esta manera llegó a la cabeza.
El alguacil, que estaba de servicio a la entrada, bravo con bigotes virtuosamente atornillados rojos, le saludó, habiendo levantado la mano al gorro gris de astracán. Erast Petrovich dió una vuelta por el local espacioso tabicado por el mostrador en dos. Anisy consiguió examinar el mecanismo de la lotería la vez pasada, y por eso, en seguida, envidioso fijo los ojos al tambor que giraba. Y además miraba a la señorita amable, que prendía justamente la flor a la solapa de un estudiante indispuesto, mientras decía algo consolador.
El funcionario examinó atentamente el tambor con la mirada y cambió su atención hacia el presidente, el señor agradable afeitado con guerrera con el cuello alto blanco. El presidente se aburría claramente y una vez hasta ha bostezado, delicadamente habiendo cubierto la boca con la mano.
Habiendo tocado con el dedo en el guante blanco la tableta con el anuncio “Los señores que adquieran el billete rosado son dejados pasar fuera del orden del turno”, Erast Petrovich preguntó:
-Señorita, ¿sería posible para mi uno rosado?
-Claro que si, “justed” señor moderno. - la señorita obsequió al donador con una sonrisa radiosa, ha reparado en el bucle dorado, que ha salido de debajo del pañuelo, y ha aceptado de Fandorin iridisciente el billete de 50 rublos.
Anisy, habiendo contenido la respiración, miraba cómo el jefe, con negligencia, con dos dedos, cogía del tambor el primer billete rosado que se había dejado coger y lo desenvolvía.
-¿Acaso está vacío? - Se amargó la señorita. - ¡ah, estaba tan segura que “justed” iba a “ganarr”! ¡La ultima vez, el señor que cogió el billete rosado, recibió un moderno palacio en Venecia! ¡Con amarradero propio para las góndolas y entrada para las carrozas! ¿Puede ser, señor, que probaréis una vez más?
-Incluso con la entrada, es necesario, - cantó con la lengua Fandorin, observando el cuadro sobre el billete: el ángel alado con las manos de rezo cubiertas por el trapo, evidentemente, que tenía que representar el Santo Sudario.
Erast Petrovich se ha vuelto al público, ha levantado respetuosamente el cilindro y con voz fuerte, decidida, ha declarado:
-Señoras y señores, soy Erast Petrovich Fandorin, funcionario de encargos especiales al servicio de su excelencia el general-gobernador. Esta lotería se declara detenida bajo la sospecha de estafa. ¡Alguacil, limpie inmediatamente el local y no deje entrar a nadie más aquí!
-¡Le obedezco, excelencia! - gritó el policía de bigote rojo, y no habiendo pensado en dudar de los plenos poderes del decidido señor.
El alguacil parecía poco diestro. Abría torpemente las manos, como si condujera gansos, y muy discutiblemente despidió a los emocionados clientes que voceaban en la puerta. Solamente rugia: “Venga, venga, ya podréis verlo en otra ocasión”, - y ya el local había sido limpiado, y el servidor del orden se estiró en la cuerda junto a la entrada, preparado para la ejecución de la siguiente orden.
El consejero, satisfecho, ha saludado y se ha vuelto a Anisy que, del giro inesperado de los acontecimientos, se ha quedado con la mandíbula flácida.
El señor entrado en años - el pastor o pater, a quién le irritaba - también estaba como fuera de si mismo: se ha levantado del pupitre, y se ha quedado sin pulso, abriendo los ojos desmesuradamente.
Pero la señorita modesta se ha comportado completamente de un modo asombroso.
Ella hizo un guiño súbitamente a Anisy con sus ojos azules por debajo de los quevedos, atravesó fácilmente la habitación y al grito de “opla!”, saltó a la peana ancha. Dio un golpe al pestillo, empujó el marco, y desde la calle se olió la frescura y el frio.
-¡Déjala! – gritó con voz desesperada Erast Petrovich.
Anisy se arrojó tras la ágil moza. Tendió la mano para agarrarla por el dobladillo, pero los dedos sólo se escurrieron por la seda elástica. La señorita saltó por la ventana, y Tjulpanov, habiendo caído de vientre sobre la peana, vio cómo graciosamente se inflaba en la caída libre su falda.
El entresuelo estaba alto, pero la desesperada saltadora aterrizó en la nieve con habilidad felina, sin caerse. Se volvió, saludó a Anisy con la mano y, habiéndose cogido en alto el dobladillo (bajo él se descubrieron tacones de aguja y medias negras), echó a correr por la acera. Un instante y, habiéndose deslizado bajo el círculo alumbrado por un farol, la fugitiva se diluyó rápidamente en la espesura del crepúsculo.
-Oh, mamita, - Anisy, persignándose, trepó a la peana. Él sabía, completamente seguro, que de momento tuvo suerte y, bueno sería todavía, si solamente se rompía la pierna, y de hecho puede que la columna vertebral. Ellos serían buenos entonces con Sonka. El hermano paralítico y la hermana idiota, una buena pareja.
Él frunció las cejas, preparándose para saltar, pero la mano firme del jefe lo agarró por la falda.
-Que se vaya, - dijo Fandorin, siguiendo con la mirada a la viva señorita con alegre perplejidad. - Lo p-principal somos nosotros.
El consejero, lentamente, se acercó al presidente de la lotería. El levantó las manos, como si se rindiera al cautiverio y, no esperando a las indagaciones, empezó a hablar:
-Su … su excelencia … yo por, por una recompensa pequeña … y conocerlos no los conozco, hago lo que me ordenan … pregúntenle a aquel señor … que parece un alguacil.
Erast Petrovich y Tjulpanov se volvieron hacia la dirección del dedo que temblaba, sin embargo no vieron a alguacil ninguno. Solamente en un gancho, balanceándose un poco, estaba colgado el gorro del uniforme.
El jefe se lanzó a la puerta, Anisy después él. Vieron sobre la escalera a la espesa muchedumbre inquietada, probando a abrirse paso.
Inclinándose, Fandorin se golpeó con los nudillos la frente y cerró bruscamente la puerta.
Anisy, mientras tanto, examinaba el gorro de astracán que había dejado el falso policía. El gorro era un gorro cualquiera, solamente que en el interior del forro había enganchada una carta: coquetamente sonreía un paje con una pluma en el sombrero y la designación del palo de picas.
-Pero ¿cómo? ¿de donde? - dijo balbuceando Anisy, mirando a un enfurecido Fandorin. - ¿Como lo habéis adivinado? Jefe, ¡sois un auténtico genio!
-¡No soy un genio, sino un imbécil! - enseñó los dientes enfadado Erast Petrovich. - Se ha dejado coger, ¡como en tres dedales! Me picó en la muñeca, y perdí al caudillo. Es hábil, el canalla, es hábil… usted se ha preguntado, ¿cómo lo he adivinado? No hay nada que adivinar aquí. De hecho le dije a usted que en algunos juegos basados en la suerte, nunca p-pierdo. Cuando el billete se encontraba vacío, en seguida lo he comprendido: es una estafa. - Y, habiendo tardado poco, añadió. - además, ¿donde esta visto que en un palacio veneciano haya una entrada c-carrocera? En Venecia, los carros no existen, hay lanchas …
Anisy quería preguntar, de donde el jefe había comprendido que estaba envuelto aquí “La sota de picas”, pero no llegó a tiempo - el consejero grito de corazón:
- ¿Qué mira usted en ese gorro del diablo? ¿Qué hay en el tan interesante?!

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