Si, repetid conmigo: "Yo puedo hacerlo. Puedo dejar de jugar al Candy Crush".
No hace ni un año, durante el mundial de Brasil (el de atletismo veterano, no el de furgol), mi amiga María José me dijo que estaba enganchada al "juego de los caramelos". Yo no le presté mucha atención pero, poco tiempo después, cometí el gran error de "voy a instalarlo... para los niños". Errrrrrorrrrr.
En un día llegué al nivel 30 y después la obsesión por pasar niveles fue progresando. Suerte que el juego tiene eso de que tienes que esperar media hora para recuperar vidas, que si no, ahora no tendría huellas digitales.
Hubo momentos de desesperación cuando aparecieron las dichosas bombas en el juego, o esos niveles imposibles donde siempre te quedabas a 1 moviemiento para pasar el nivel. Esas horas de cabreo buscando trucos en internet para pasar cada nivel, esos videos de youtube donde algún desgraciado colgaba el video donde se regocijaba por pasar un nivel donde llevaba 2 semanas estancado,... desesperante a nivel de cortarse las venas.
No solo afecta a la vida social, sino a la económica, ya que la batería del teléfono iba acortando su vida útil por los diferentes calentones por jugar y la recarga diaria por tanto tiempo de pantalla encendida.
Al final opté por la versión tajante: Cambié de móvil (porque el mío estaba ya quemado) y me resistí a instalar el juego de nuevo. No se si hubiese tenido que empezar otra vez por el nivel 1, pero no iba a pasar de nuevo por esos meses de calvario.
El juego sigue instalado en el teléfono antiguo y se quedó en el nivel 245. Ahora está apagado y guardado en un cajón. A veces lo miro y tengo la tentación de encenderlo pero resisto.
Si, se puede. Déjalo ya, engancha@!!!
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