A las 10 de la noche salgo a entrenar por el barrio. No es lo que tenía previsto pero es lo que me queda si quiero entrenar y no acostarme a las tantas sin cenar. No se si es cosa mía pero la luz de las bombillas ha bajado de intensidad, posiblemente por evitar la contaminación lumínica, aunque creo que es por ahorrar en el consumo. De hecho, creo que es más lo último porque hay zonas donde directamente han apagado las farolas.
Rodar de noche tiene sus peligros, por eso llevo siempre un chaleco reflectante, para que me encuentren en la cuneta cuando me atropellen ya que no se ve ni torta donde entreno. Ahora además, una obra que se está realizando en una de las calles hace más peligroso el rodaje, casi una aventura de Indiana Jones. Por un lado te encuentras zanjas, por otro charcos, por otro tablones de madera para tapar las zanjas,... vamos, entretenido que va uno.
Entre todas esas cosas, hoy ha surgido un enemigo con el que no contaba: la señal traicionera. Hay una retroexcavadora estacionada ocupando parte del carril de circulación, la cual es visible por el tamaño, no porque la zona esté especialmente iluminada. Pues bien, tras sobrepasar la misma, de repente me encuentro algo en mi camino y "clang!" la rozo con el pie aunque puedo esquivar el golpe. Se trataba de una señal de obras de esas que ponen en el suelo con un par de apoyos. Por la parte frontal se veía poco, pero por la trasera, que es por donde yo venía, nada de nada. Vamos, que ha sido prácticamente un acto reflejo ante el bulto.
Hasta ahí se hubiera quedado en algo anecdótico, pero es que como el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma señal, efectivamente a la siguiente vuelta se me había olvidado su presencia y por poco me la vuelvo a comer.
El frontal led va adquiriendo muchos puntos para ser el próximo regalo de reyes.
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