martes, 15 de septiembre de 2009

C-La sota de picas. Boris Akunin. (Cap. 1/8)

Por fin traduje el primer capitulo del ruso al español. Encontrareis algunos fallos o cosas que podrian sonar mejor, asi que si me las decis las voy solucionando sobre la marcha. Cuando tenga los siguientes capitulos, ire añadiendo el enlace en el capitulo anterior. Podeis seguir los avances de la traduccion en la seccion de la derecha.
Espero que los fans de Fandorin disfruten con la historia.

"La sota de picas" se desato.
En todo el mundo no había persona más infeliz que Anisy Tjulpanov. Y bien, puede que, solamente en algún sitio en África negra o allí en la Patagonia, o más cerca, probablemente no.

Juzguen ustedes. En primer lugar, el nombrecito, Anisy. ¿Han visto alguna vez que alguna persona generosa, un doncel o incluso el jefe del despacho sea llamado Anisy? Así en seguida se derrite la lámpara de mantequilla, por la semilla urticante del pope(sacerdote ruso).

¡Y el apellido! De risa solamente. Ha pasado en propiedad del desdichado familiar el sobrenombre del bisabuelo, sacristán rural. Cuando el antepasado de Anisy estudiaba en el seminario, el padre decente tuvo la intención de cambiar los apellidos malsonantes de los servidores futuros de la iglesia en provecho de Dios. Para la simplicidad y la comodidad, un año llamaba a los seminaristas enteramente por las fiestas eclesiásticas, otro año por las frutas, y el bisabuelo vino el año de las flores: hubo quien se convertía de los Jacintos, quien de las Balsaminas, quien de los Ranúnculos. El retatarabuelo no acabo el seminario, y el apellido estúpido les entrego a los descendientes. Bien está que todavía de Tulipán (Tjulpanov) les diera el nombre, y no de cualquier diente de león.

¡Y qué sobrenombre! ¿Y la apariencia? Primero las orejas: se han destacado en los lados, como las asas en el orinal. Te ajustas la gorra, toman su propia libertad, tal que tratan de salir y salen, como si apuntalan el gorro. Demasiado elásticas, cartilaginosas.

Antes, pasaba que Anisy pasaba largo rato ante el espejo. Y así se volverá, y así lo dejara largo, especialmente dejo crecer el cabello en dos partes, para cubrir sus orejones a su estilo y de la mejor forma, por lo menos por cierto tiempo. Pero como a toda persona, le salieron granos (y para el ya el tercer año). Tjulpanov arreglo el espejo del desván, porque mirar su cara abyecta para el se convirtió definitivamente en imposible.

Se levanto Anisy al servicio muy temprano, por el tiempo de invierno todavía era de noche. El camino estaba alejado. La casita que heredo del tío diácono, se situaba sobre las huertas del monasterio Pokrovsky, junto a la misma barrera de Spassky. Por la calle Vacía, a través de la vía Taganka, delante de la mala Hitrovki, al servicio en la direccion de la gendarmeria estaba Anisy la hora entera en asuntos urgentes. Y si, como ahora, llegara la helada y dejara el camino helado, era completamente una desgracia. Con las botas desgarradas y con la delgada capita no era atractivo salir. Castañeas los dientes, recuerdas los mejores tiempos, y la adolescencia despreocupada, y la mamita, su reinado celestial.

El año pasado, cuando Anisy ingreso en los agentes de policía, fue allí donde era más fácil. El salario, 18 rublos, más el pago suplementario por el complemento, y por la noche, y sí había todavía, echaban dietas. Alguna vez hasta treinta cinco rublos por mes conseguía. Pero no se detuvo Tjulpanov, persona desafortunada, en el puesto bueno para el pan. Fue reconocido por el mismo teniente coronel Sverchinsky como agente sin perspectiva y, en general, baboso. Al principio fue pillado primero cuando ha abandonado el puesto de observación (¿como no abandonarlo, a casa no subir saltando, si la hermana Sonka no era alimentada desde la mañana?). Y después salió aún peor, dejo escapar Anisy a un peligroso revolucionario. Se quedo él durante la operación de la toma de la vivienda clandestina en la puerta trasera, cerca de la entrada de servicio. Por si acaso, para la seguridad, no le permitieron participar, por la inexperiencia de Tjulpanov, en la detención. Y es necesario que suceda así, que los arrestadores, los perros lobo expertos, los maestros del asunto, dejaron libre a una estudiante. Ve Anisy que corre hacia él una señorita con gafas, y su cara así, asustada, desesperada. El grito "Alto", y no basto para que se decidiera, a que sus manos finas dolorosamente tuvieran a la señorita. Y se quedo, como un ídolo, mirándole la espalda. Hasta en el silbato no ha silbado.

Por esta omisión indignante querían expulsar completamente a Tjulpanov del servicio, pero los jefes se apiadaron del huérfano, y lo degradaron a recadero. Trabajaba ahora Anisy en un puesto menudo para un hombre de letras, cinco cursos reales que acabo, hasta vergonzoso. Y, lo principal, completamente desesperanzado. Y así pasas toda la vida con lamentable rabia, sin haber tenido derecho al grado de clase.

Poner sobre él la cruz a los veinte años para cualquiera es amargo, incluso en un asunto no ambicioso. Traten de vivir doce con una moneda de cincuenta kopeks, prueben. Más no es necesario mucho, а Sonka no le expliques que su hermano menor no termino la carrera. Ella quiere mantequilla, y pastelito de queso, y caramelito de higos a brevas para mimarla. Y ahora la leña, calentar la estufa, por tres rublos el sazhen. Sonka en balde es idiota, y muge, cuando tiene frío, llora.

Anisy, antes de saltar desde la casa, consiguió cambiar a la hermana mojada. Ella despego los pequeños ojos de cerdito, sonrió de una manera soñolienta al hermano y dijo balbuceando: "Nisy, Nisy".

Silencio, estoy aquí, tonta, no me mimes, - con severidad fingida la castigo Anisy, moviendo el cuerpo pesado, caliente del sueño. En la mesa puso la calumniada moneda de diez kopeks, para la vecina de Sychihi, que cuidaba a la pobre. Apresuradamente, se comió el kalach sentado, se tomo la leche fría, y llego la hora en la oscuridad para la tormenta de nieve.

Andando rápido por el solar cubierto de nieve hacia Taganka, a cada instante resbalando, Tjulpanov fuertemente se compadecía. Además de pobre, feo y desafortunado, aun estaba Sonka, un collar para toda la vida. El era una persona condenada, no tendría nunca ni mujer, ni hijos, ni una casa confortable.

Corriendo delante de la iglesia de todos los afligidos, se ha persignado, como habitualmente, ante el icono, iluminado por la lamparilla, de la Madre De Dios. Quería Anisy este icono desde la infancia: no cuelga al calor y la sequedad, sino directamente en la pared, a los siete vientos, solamente cubierta de las lluvias y las nieves por un tejadillo, y arriba hay una cruz de madera. El fueguecillo pequeño, inextinguible, en la pantalla de cristal ardiente, se veía de lejos. Esto estaba bien, especialmente cuando la ves desde la oscuridad, el frío y el aullido de viento.

¿Que es esto que aparece blanco allí, sobre la cruz?

¡Una paloma blanca! Está, desde el pico a las alitas limpia, y la tormenta de nieve no le causo perjuicio. En la señal fiel, de la que la mamita tranquila era gran conocedora, la paloma blanca sobre la cruz, por suerte y felicidad inesperada. ¿De dónde se coge la felicidad solamente?

El viento bajo y se enredaba por la tierra. Oh, frío.

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Pero ahora para Anisy el día de trabajo y, realmente, comenzó allí no muy mal. Se puede decir que tuvo suerte Tjulpanov. Egor Semenych, el registrador colegiado que administraba los envíos, echo un capote al no convincente Anisy, movió la mollera cana y le dio una tarea buena, caliente. No era correr hacia los cientos de fines del infinito, a la ciudad soplada por los vientos, solamente llevar la carpeta con los informes y sus documentos a su señoría Erast Petrovich Fandorin, el funcionario de los encargos especiales para su excelencia el gobernador general. Llevar y esperar, por si tuviera del funcionario de séptimo grado correspondencia de vuelta.

Esto no puede ser, esto es posible. Anisy salto como una exhalación y llevo la carpeta enseguida, incluso no consiguió congelarse. Habitaba el señor Fandorin en una casa cercana, aquí, en el Pequeño Nikitsky, en la propia ala de la hacienda del barón Von Evert-Kolokoltseva.

Anisy adoraba al señor Fandorin. De lejos, tímidamente, con veneración, sin ninguna esperanza de que la gran persona notará alguna vez la existencia de Tjulpanov. El funcionario de séptimo grado tenía en la gendarmería una reputación especial, aunque servía Erast Petrovich en otro departamento. Su misma excelencia de Moscú, el jefe de policía Efim Efímovich Baranov, con grado de teniente general, no contaba como vergonzoso pedir al funcionario de los encargos especiales consejo confidencial o incluso obtener protección.

Aun mas, cada persona, aunque formara parte experta en la política grande de Moscú, sabía que el padre de la primera capital, el príncipe Vladímir Andreevich Dolgoruk, distingue al funcionario de séptimo grado y da oídos a su opinión. Cosas diferentes se decían sobre el señor Fandorin: como si él tuviera un don especial - a cualquier persona la veía de parte a parte y cualquiera, hasta el misterio más misterioso, enseguida comprendía hasta la esencia.

Por su cargo, se confiaba al funcionario de séptimo grado ser el ojo del gobernador general en todos los asuntos secretos de Moscú que caen en la gestión de la gendarmería y la policía. Por eso, cada mañana, a Erast Petrovich del general Baranov y de la gendarmería le enviaban las noticias necesarias - habitualmente en la casa del gobernador, en Tverskaya, pero era como su casa, porque las reglas para el funcionario de séptimo grado eran libres y el podía estar presente cuando deseara, e incluso en absoluto ir.

Así de persona considerable era el señor Fandorin, y entre eso, simplemente se comportaba sin importancia. Dos veces Anisy le llevo los paquetes a Tverskaya y era completamente obediente por la manera afable de una persona tan influyente: no humilla a una pequeña persona, se dirige respetuosamente, siempre le invita a sentarse, de "usted" le llama.

Y aun era muy curioso ver de cerca a esta persona, sobre la cual corrían por Moscú rumores realmente fantásticos. En seguida se veía que era una persona especial. Una persona hermosa, llana, joven, de cabellos negros sobre las sienes con fuertes canas. La voz tranquila, silencioso, habla con tartamudez fácil, pero cada palabra en su lugar y se ve que repite una vez, pero ya dos veces no está acostumbrado. Un señor considerable del que no puedes decir nada.

En casa del funcionario de séptimo grado Tjulpanov aun no podía compararse, y por eso, entrando por la puerta delicada, con la corona de hierro fundido encima, él se acerco hacia el ala adornada de un solo piso con un poco de opresión en el corazón. Junto a esa persona y vivienda extraordinaria, justo, también cualquiera es especial.

Presiono el botón del timbre eléctrico. La primera frase la preparo de antemano: “El correo Tjulpanov de la dirección de la gendarmería con papeles para su señoría”. Dándose cuenta, introdujo bajo el gorro la terca oreja derecha.

La puerta esculpida de roble se abrió. En el umbral había un asiático bajo, fuertemente abatido, con ojos estrechos, las mejillas gordas y cabellos duros negros erizados. El asiático llevaba una librea verde con galones dorados y, por alguna razón, las sandalias de paja. El criado fijo los ojos con aire descontento sobre el visitante y le pregunto:

— ¿Que querer?

De algún sitio desde de la profundidad de la casa llego una voz sonora femenina:

— ¡Masa! ¡Cuantas veces tengo que repetírtelo! ¡No «que querer», sino «que desea»!

El asiático se inclino rencorosamente hacia atrás y refunfuño de mala gana a Anisy:

— ¿Tu que desea?

—El correo Tjulpanov de la dirección de la gendarmería con papeles para su señoría - informo deprisa Anisy.

— Vamos, anda, - le invito el criado y se aparto, dejándole pasar.

Tjulpanov se encontraba en una antecámara espaciosa, miro con interés alrededor y en un primer momento se llevo un desengaño: no había un oso disecado con una bandeja de plata para las tarjetas de visita, ¿y cómo podía haber un apartamento señorial sin un oso relleno? ¿O el funcionario para los encargos especiales no tenia visitas?

Además, aunque no había descubierto al oso, los muebles alrededor de la antecámara eran muy bonitos, y en la esquina, en un armario de cristal, había ciertas armaduras raras: todos de planchas metálicas, con cifras complicadas en la coraza y con cuernos, como un escarabajo, en el casco.

De la puerta que conduce a una habitación interna, adonde al correo, por supuesto, la entrada le fue cerrada, se asomo la rara belleza de una señora en bata roja de seda hasta el suelo. Los cabellos pomposos oscuros de la belleza fueron codificados en un peinado complicado, el cuello armonioso estaba desnudo, blanco, a lo largo, los anillos de la mano, se cruzaban sobre el pecho alto. La señora con decepción fijo la mirada en Anisy con sus enormes ojos negros, arrugo un poco la nariz clásica y lo llamo:

- Erast, es para ti. De la oficina estatal.

Anisy se asombro por alguna razón, que el funcionario de séptimo grado estuviera casado, aunque no había, en realidad, nada asombroso en aquello, que tal persona tuviera una esposa hermosa, con presencia regia y la mirada altiva.

La señora Fandorin era aristocrática, sin aflojar los labios, bostezo y desapareció tras la puerta, y en un minuto, a la antecámara salió el señor Fandorin.

Él estaba también en bata, pero no en rojo, sino en negro, con las borlas y el cinturón de seda.

- Buenos días, T-Tjulpanov, - dijo el funcionario de séptimo grado, recorriendo con los dedos el rosario nefrítico verde, y Anisy se quedo sin pulso del placer - no suponía que Erast Petrovich lo recordara, y mucho mas por el apellido. Sería poco de cada pequeño bribón que le entregara los paquetes, y mucho menos de ti.

- ¿Que tiene usted ahí? Démelo y pase a la sala, siéntese. Маsа, cógele al s-señor Tjulpanov la capa.

Entrando tímidamente en la sala, Anisy no se atreví a mirar de hito en hito por todas partes, modestamente se sentó en el borde tapizado de terciopelo azul de la silla y solamente, mientras esperaba, insignificantemente comenzaba a mirar alrededor a escondidas.

La habitación era interesante: todas las paredes cubiertas por grabados de color japoneses, lo cual, Anisy sabía, ahora era la gran moda. El también miro ciertos rollos con jeroglíficos y sobre el soporte lacado de madera, dos sables curvados, uno más largo, el otro más corto.

El funcionario de séptimo grado murmuro sobre los papeles, de vez en cuando anotando algo en ellos con un lápiz dorado. Su esposa, no volviendo la atención a los hombres, estaba de pie cerca de la ventana y, con aspecto aburrido, miraba al jardín.

- Querido, - ha dicho ella en francés, - ¿por qué no vamos a algún sitio? Esto es insoportable al fin y al cabo. Quiero ir al teatro, quiero ir al baile.

- Usted misma lo d-dijo, Addi, que esto es indecente, - respondió Fandorin, separándose de los papeles. - Es posible que encuentre a sus conocidos de San Petersburgo. No será difícil. A mí, en realidad, me da lo mismo.

Él miro a Tjulpanov, y se enrojeció. El no era culpable, al fin y al cabo, de sus farfullos, ¡pero comprendía el francés!

Se descubrió que, la señora hermosa, no era en absoluto la señora Fandorin.

- Ah, perdona, Addi, - dijo Erast Petrovich en ruso. - no te he presentado al señor Tjulpanov, él sirve en la dirección de la gendarmería. Y esta es la condesa Ariadna Arkadevna Opraksina, mi b-buena conocida.

A Anisy le pareció que el funcionario de séptimo grado se turbo un poco, como si no supiera completamente, como presentar a la belleza. Y, puede que, solo por el tartamudeo, así lo pareciera.

- Oh, Dios mío, - suspiro doliente la condesa Addi y salió impetuosamente de la habitación.

Casi en seguida pareció oírse su voz:

- Маsа, ¡apártate inmediatamente de mi Natalia! ¡Me marcho, canalla! No, ¡esto es simplemente insoportable!

Erast Petrovich suspiro también y volvió a la lectura de los papeles.

Se distinguió el tañido de un timbre, el ruido apagado de las voces de la antecámara y, en la sala entro con un panecillo el asiático de antes.

Él grullo en cierto dialecto incomprensible, pero Fandorin con un gesto le ordeno callarse.

- Маsа, te dije: ante los huéspedes dirígete a mí en ruso, no en japonés.

Anisy, que recibió el rango de huésped, se dio importancia, y miro al criado fijamente con curiosidad: era necesariamente, un autentico japonés.

- De Vedisev-san, - explico brevemente Маsа.

- ¿De Vedishchev? ¿Frol G-Grigórievich? Pregunto.

Quién era el tal Frol Grigórievich Vedishchev, Anisy lo sabía. Su persona era conocida por el apodo del Cardenal Gris. Permaneció junto al príncipe Dolgoruk al principio cuando era un muchacho, después de ordenanza, después como lacayo, y en los últimos veinte años como ayuda de cámara personal. Desde entonces, como Vladimir Andreevich, tomo la antigua ciudad en sus tenaces y firmes manos. Al estilo de un pequeño pájaro el ayuda de cámara, se supo que, sin el consejo del fiel Frol, el muy inteligente y cauteloso Dolgoruk no toma ninguna decisión importante. Si quiere tratar con su excelencia una petición importante, debe saber camelarse a Vedishchev, y entonces, le cuenta la mitad de lo necesario de lo hecho.

En la sala entro, y parecía que entro corriendo, un pequeño robusto con librea de gobernador que dijo apresuradamente desde el umbral:

- ¡Su excelencia, Frol Grigorievich! ¡Para visitarle absolutamente con carácter urgente! ¡Que escándalo para nosotros, Erast Petrovich, que locura! ¡Frol Grigorievich dice, que sin usted de ninguna manera! Yo vine sobre el trineo del príncipe, y hasta allí enseguida. Llegaremos volando.

- ¿Que esta tras el "escándalo"? - se enfado el funcionario de séptimo grado, sin embargo se levanto y se quito la bata. - Está bien, vamos a m-mirar.

Bajo la bata se encontraba una camisa blanca con una corbata negra.

- ¡Маsа, el chaleco y la levita, rápido! - grito Fandorin, metiendo los papeles en la carpeta. - y usted, Tjulpanov, está de acuerdo en dar una vuelta conmigo. Terminaré la lectura por el camino.

Anisy estaba preparado para ir tras su excelencia donde sea, y así lo demostró saltando apresuradamente de la silla.

Aquí ni pensaba ni conjeturaba el correo Tjulpanov, que iba a ser llevado alguna vez a dar una vuelta en el transporte del gobernador general.

Notable era el carruaje, una carreta contemporánea sobre patines. Dentro estaba decorado por un atlas, un asiento de piel, en la esquina había una estufa con el tiro de bronce. La verdad es que calentaba.

El lacayo se sentó en el pescante, y los cuatro valientes patilargos trotones partieron en alegre carrera.

Anisy suavemente, se balanceo casi con ternura sobre el asiento blando destinado para unas nalgas mucho más nobles, y pensó: eh, esto no lo creerá nadie.

El señor Fandorin crujió un lacre, abriendo cierto despacho. Frunció la alta y limpia frente. Hasta es bueno, sin envidia, pensó Tjulpanov con admiración sincera, observando con el rabillo del ojo, como el funcionario de séptimo grado se tira del bigote delgado.

A la casa grande en Tverskaya, los trajeron a toda velocidad en cinco minutos. El carruaje viro, no a la izquierda, a la oficina estatal, sino a la derecha, al portal y habitación personal de "un gran príncipe de Moscú », Volodya Nido Grande, Yury Dolgoruk (que no solamente lo llamaban Vladimir Andreevich el todopoderoso).

- Perdone usted, Tjulpanov, - pronunció el trabalenguas Fandorin, abriendo de par en par la portezuela, - pero soltarle no puedo mientras tanto. Después echaré un par de las líneas para el c-coronel. Solamente comprenderé el principio del "escándalo".

Anisy salió detrás de Erast Petrovich, entro en el aposento de mármol, pero aquí se quedo atrás y se amilano, habiendo visto al importante portero con el bastón dorado. Aquí se asusto horrorosamente Tjulpanov de la humillación de que le dejará su señor Fandorin andando alrededor del aposento en el bajo de la escalera, como si fuera un perrito. Pero supero su orgullo y se preparo para perdonar al funcionario de séptimo grado: y ¿cómo un hombrecillo con semejante capa y gorro con la visera agrietada se lleva a los apartamentos del gobernador?

- ¿Que os habéis atascado? - se volvió impacientemente Erast Petrovich, ya llegado a la mitad de la escalera. - no os atraséis. Veis, cual brujería se creó aquí.

Solamente ahora, hasta Anisy llego que en la casa del gobernador hay realmente algo extraordinario. Y el aspecto del majestuoso portero, si miraba con atención, no era tan importante, cuan confuso era que traían de la calle al vestíbulo arcas, cajas, cajones con letras extranjeras. ¿Por qué motivo un traslado?

Tjulpanov alcanzo en un salto al funcionario de séptimo grado y trato de mantenerse tras él a no más de dos pasos, para lo cual tenía que, de vez en cuando, correr poco seriamente, porque el paso de su excelencia era ancho y rápido.

Oh, ¡que hermoso era estar en la residencia del gobernador! Casi como en el templo de Dios: columnas multicolor (puede, ¿de porfiro?), las cortinas de brocado, las estatuas de las diosas griegas. ¡La araña! ¡Y los cuadros de marco dorado! ¡Y el entarimado de espejo con incrustación!

Anisy miro atrás al entarimado y vio de repente que, sobre el suelo milagroso se quedan las huellas mojadas y sucias de sus botas vergonzosas. Dios mío, que no lo viera nadie.

En la sala espaciosa, donde no había ni un alma, y a lo largo de las paredes había unas butacas, el funcionario de séptimo grado dijo:

- Siéntese aquí. Y tenga la c-carpeta.

El mismo se dirigió a lo alto de las puertas doradas, pero aquellas, de repente, se abrieron de par en par a su encuentro, y junto con la algarabía caliente de las voces de la sala salió un cuarteto: un general garboso, un señor larguirucho de aspecto no ruso en un abrigo a cuadros de pelerina, un demacrado anciano calvo con patillas colosales y un funcionario gafoso de uniforme.

En el general Anisy reconoció al príncipe Dolgoruk y, echándose a temblar, se puso firme.

De cerca su excelencia no parecía tan bravo y fresco, como si lo viera desde la muchedumbre: en toda la cara tenia arrugas profundas, los rizos eran contranaturalmente pomposos, los bigotes largos y las patillas demasiado castañas para setenta y cinco años.

- Erast Petrovich, ¡a propósito! - lanzo un grito el gobernador. - El chapurrea el francés así que no comprenderá ni una palabra, y en nuestra opinión, en general no comprende nada. Usted sabe el inglés, así que acláreme a mí, ¡qué quiere el de mí! ¡Y tan pronto que lo han dejado entrar! Una hora entera con él me explique, ¡y todo en vano!

- Su alta excelencia, como no le dejarás entrar, ¡cuando él es un lord y a usted tiene libre acceso! - se ve ya que no es la primera vez que lastimosamente lo había dicho con voz fina el gafoso. - De donde a mí entender…

Comenzó a hablar aquí el inglés, dirigiéndose a la nueva persona y agitando irritadamente cierto papel enteramente cubierto por sellos. Erast Petrovich comenzó a traducir impasible:

Esto es un juego deshonesto, en los países civilizados no se hace así. Estuve junto a este señor viejo ayer, él ha firmado el acta de compra de la casa y nosotros aseguramos el contracto con un apretón de manos. Y ahora él, véanlo, ha cambiado de opinión sobre la casa. Su nieto el Sr. Shpeier dijo que el viejo gentleman se mudaba a la Casa para los veteranos de las guerras napoleónicas, que para él será más conveniente estar allí, porque allí tiene un buen cuidado, y esta villa se vende. Tal inconstancia no hace el honor, especialmente cuando el dinero ya esta pagado. Y no es poco dinero, cien mil rublos. ¡Aquí está el acta de compra!

- Él agita el trozo de papel hace mucho, y no nos lo da en las manos, - noto el anciano calvo, callado hasta este minuto. Evidentemente, esto era Frol Grigórievich Vedishchev.

- ¿Soy al abuelo Shpeier? - dijo balbuceando el príncipe. - ¿Yo en un hospicio?!

El funcionario, habiéndose acercado cautelosamente al inglés por detrás, se puso de puntillas y miro con picardía el papel misterioso.

- Realmente, cien mil, y asegurado por el notario, - confirmo él. - y la dirección la nuestra: Tverskaya, la casa del príncipe Dolgoruk.

Erast Petrovich pregunto:

- Vladimir Andreevich, ¿quién es el tal Shpeier?

El príncipe se seco la frente con un pañuelo gastado purpura y se quedo de una pieza:

- Shpeier es una persona joven muy amable. Con excelentes recomendaciones. Me fue presentado en el baile de navidad… m-m… ¿quien es? Ah, no, ¡me acorde! No fue en el baile! Me fue recomendado por una carta especial de su alteza el duque Saksen-Limburgsky. Shpeier es un joven muy bueno, cortés, corazón de oro y tan infeliz. Fue en la campaña de Kushkin, fue herido en la columna vertebral, desde entonces a él no le andan las piernas. Se mueve en un cochecito automotor, pero el espíritu no se le ha caído. Se ocupa de la beneficencia, reúne las donaciones para los huérfanos, y el mismo sacrifica sumas enormes. Estuvo aquí, ayer por la mañana, con este inglés loco, dijo que es el conocido filántropo británico lord Pitsbruk. Pidió que yo le permitiera mostrar al inglés la villa, porque el lord es conocedor y apreciador de la arquitectura. ¿Podría negar al pobre Shpeier tal minucia? Aquí Innokenty los acompañaba. - Dolgoruk señalo enfadado al funcionario, y este junto las manos con asombro.

- Su alta excelencia, sí de donde para mí fue … De hecho usted me ordeno para que mí imagen fuera lo más amable …

- ¿Usted le estrecho a lord P-Pitsbruk la mano? - le pregunto Fandorin, y a Anisy le pareció que en los ojos del funcionario de séptimo grado paso rápidamente cierta chispa.

- Y bien, sin duda, - se encogió de hombros el príncipe. - Shpeier al principio algo le conto en inglés sobre mí, este larguirucho se volvió radiante y cayo con el apretón de manos.

- Y f-firmasteis ante el algún papel?

El gobernador frunció las cejas, recordando.

- Sí, Shpeier me pidió firmar la dirección de bienvenida para de nuevo refugio abierto de Ekaterinin. Tal asunto santo, reeducar a las rameras menores de edad. ¡Pero no firme ninguno acta notarial de compra! Usted me conoce, palomo, siempre leo con atención todo lo que firmo.

- Y donde puso él la dirección después?

- Parece que le mostro al inglés algo, se lo dijo y lo metió en la carpeta. El tenia en el catalogo una carpeta. - La cara de Dolgoruk, y sin eso ya era terrible, se convirtió en una nube lúgubre. - Y, ¡merde! Acaso …

Erast Petrovich se dirigió al lord en inglés y, debe ser que mereció del hijo de Albión su completa confianza, porque recibió el papel misterioso para su estudio.

- Está redactado formalmente, - musito el funcionario de séptimo orden, pasando el acta de compra por la mirada. - y sellado por el e-escudo de armas, y la estampilla de la notaría "Mebius", y la firma … ¿qué es esto?!

Sobre la cara de Fandorin se reflejo la perplejidad extrema.

- Vladimir Andreevich, ¡mire! ¡Miren la firma!

El príncipe, aprensivamente, como un sapo, tomo el documento, corrió cuanto más lejos fue posible de los ojos présbitas. Y leyó en voz alta:

- "La sota de picas"… Permitan, ¿en qué sentido "sota"?

- Aquí aquellos en…, - dijo lentamente Vedishchev. - Entonces está claro. De nuevo "La sota de picas". Y bien. Hasta aquí vivieron, reina de los cielos.

- ¿"La sota de picas"? - todos no lo podían tomar en el sentido de su excelencia. - pero de hecho se llama así una banda de los estafadores. Aquellos que el mes pasado vendieron al banquero Poljakov sus propios trotones, y para la Navidad ayudaron al comerciante Vinogradov en el riachuelo Setun a lavar la arena con oro. Baranov me informo. Buscamos, decía, a los malvados. Yo aun me reía. ¿Acaso ellos se han atrevido a mí… a mí, Dolgoruk?! - el gobernador general se dirigió a las puertas doradas, y su cara quedo tan terrible que Anisy arrastro la cabeza dentro de los hombros.

Vedishchev, como gallina que se ha alarmado, se lanzo hacia el príncipe enfadado y comenzó a cloquear:

- Vladim Andreich, quien tiene boca se equivoca, ¡de qué morirse! Ahora necesito gotitas de valeriana, y llamare al curandero, ¡hay que abrir la sangre! Innokenty, ¡dame la silla!

Sin embargo Anisy llego primero con la silla para los altos jefes. Turbado el gobernador se sentó suavemente, pero se esforzaba en levantarse y empujaba al ayuda de cámara.

- ¡Como cualquier actita notarial! ¿Que yo a ellos, al muchacho? ¡Yo les daré hospicio! - gritaba el no demasiado coherente, Vedishchev emitía diferentes sonidos apaciguadores y una vez incluso acaricio a su excelencia por el tinte, y puede, que en absoluto los rizos sean falsos.

El gobernador se volvió a Fandorin y lastimosamente le dijo:

- Erast Petrovich, amigo mío, ¡de hecho que esto! Los bandoleros se han desatado completamente. Han ofendido, humillado, ultrajado. Sobre todo Moscú en mi cara. La policía, pongan a la gendarmería tras sus pies, pero investiguen secretamente a los canallas. ¡Mandémoslos al tribunal! ¡A Siberia! Usted dispone de todo, palomo. Cuente esto desde hoy como su asunto principal y mi petición personal. Al mismo Baranov no le consulte, que le ayude.

- A la policía es imposible, - dijo preocupado a esto el funcionario de séptimo orden, y ninguna chispa en sus ojos azules ya brillaba, la cara del señor Fandorin expresaba ahora solamente la alarma por el poder de la autoridad. - El rumor se difunde y toda la c-ciudad se parte de risa. Esto no se puede permitir.

- Permitan, - de nuevo comenzó a hervir el príncipe. - Así que, se nos han ido de las manos estas "sotas"?

- En ningún caso. Y por este a-asunto me ocupare. Es confidencial solamente, sin divulgación. - Fandorin pensó un poco y continuó. - A Lord Pitsbruk convendrá devolverle el dinero del t-tesoro público de la ciudad, pedirle perdón, y no explicarle nada sobre la "sota". Que fue un malentendido. El nieto se tomo demasiadas libertades.

Habiendo oído su nombre, el inglés, inquieto, pregunto al funcionario de séptimo orden sobre algo, aquello se respondió brevemente y se dirigió de nuevo al gobernador:

- Frol Grigórievich inventará algo verosímil para los criados. Y yo me ocupare de las búsquedas.

- ¿Acaso perseguirá solo secretamente a los truhanes? - dudo el ayuda de cámara.

- Sí, es difícil. Pero es indeseable extender el círculo consagrado.

Fandorin miro al secretario gafoso, que el príncipe llamo "Innokenty", y movió la cabeza. Se veía, que Innokenty no servía de ayudante. Después Erast Petrovich se volvió hacia Anisy, y se congelo, sintiendo con agudeza toda su miserabilidad: es joven, demacrado, las orejas le sobresalen, y además los granos.

- Que … yo seré él, - dijo el balbuceando. - palabra de honor.

- ¿Este quien? - vocifero su excelencia, parece que por primera vez mirando al pelele del mensajero. - ¿Por qué esta aquí?

- Este es Tjulpanov, - explico Fandorin. - de la dirección de la gendarmería. Agente experimentado. Aquí él me a-ayudara.

El príncipe lo observo con una mirada que comprimió a Anisy, arqueando las terribles cejas.

- Y bien, mírame, Tjulpanov. Serás útil, haré de ti una persona. Y si tonteas, te convertiré en polvo.

Cuando Erast Petrovich y Anisy, que se había vuelto loco, iban a la escalera, fue audible, como Vedishchev dijo:

- Vladim Andreich, es su voluntad, y dinero en el tesoro público no hay. No es una broma cien mil. El inglés costará algunas excusas.

En la calle a Tjulpanov le esperaba una nueva conmoción.

Tendiendo los guantes, el funcionario de séptimo orden le pregunto de repente:

- Y si fielmente a mi me contaron, ¿usted mantiene una hermana invalida y ha renunciado a darla al cuidado de estado?

No esperaba tal conocimiento de las circunstancias domésticas de Anisy, sin embargo, encontrando en estado entumecido, se asombro menos, de lo que seguiría.

- Es imposible que le dé a ella al estado, - explico él. - Ella se consumiría allí. Mucho ya, la tonta, a mí se ha acostumbrado.

Aquello a Fandorin le sacudió.

- Le envidio, - suspiro él. - Usted es una persona feliz, Tjulpanov. A tan joven edad usted ya tiene por que respetarse y de que e-enorgullecerse. Para toda la vida le dio Dios a usted una vara.

Anisy trataba todavía de aclarar el sentido de estas palabras extrañas, y el funcionario de séptimo orden llevo la conversación más adelante:

- Por su hermana no se inquiete. Para el período de investigación contrataremos para ella una enfermera. Sin duda, a cuenta del Estado. Desde hoy y antes del fin del asunto sobre "La sota de picas" actuareis bajo mis órdenes. Trabajaremos juntos. Espero que no se a-aburra.

Aquí esta ella, la alegría inesperada, se dio cuenta súbitamente Tjulpanov. Aquí esta, la felicidad.

Ay ¡la paloma blanca!

Continua aqui

3 comentarios:

  1. Que bien encontrar otra aventura de Fandorin en español. Ya me lei los 4 de Salamandra y me quede con ganas. Espero con ansiedad el resto del libro.
    Gracias por traducirnoslo.

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  2. A ver si hay suerte y podemos seguir leyendo a partir del capitulo 4... muchas gracias por la traducción!!

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  3. Que vergüenza. Tengo que ponerme ya que hay gente interesada en ello.

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