Mi mujer, cada vez que tengo algún asunto con bichos, usa este calificativo para referirse a mi. Los animales se me dan bien, algunos, aunque cada vez pierdo más facultades con el tiempo y la falta de práctica.
Cuando tengo que ir a medir algún cetaceo o tortuga muerto, no hay complicaciones, bueno, si las hay si consideramos que hay que encontrar al bicho, aguantar el peste de la descomposición y que algunas medidas no se pueden tomar cuando les falta alguna parte del cuerpo (lo cual se está dando mucho últimamente).
Cuando estaba de voluntario en la protectora de Málaga, era capaz de meterme en una jaula con 20 perros cargado con un saco de 25 kilos de pienso y salir sin demasiados arañazos y ningún bocado, pero también hay que tener en cuenta que aquellos perros estaban faltos de cariño y no eran agresivos (en su inmensa mayoría).
Hoy la cosa ha ido de perros en el trabajo, solo uno, pero me ha dado un susto de muerte. De esos sustos en los que se te pasa por la cabeza tu vida en diapositivas y te preguntas "¿Pero que coj... hago yo aquí metido en este embolao?".
Resulta que nos llaman por un perro agresivo en una calle y cuando llegamos nos dicen que se ha metido en un pasillo que da acceso a una vivienda. La puerta del patio estaba reventada y una cadena con candado había sido cortada con cizalla, así que nos legitimaba para entrar y allí me dirijo yo para dentro con toda la confianza del mundo a buscar al perro. Cuando llego al final del pasillo, veo un patio y un pastor alemán que me ve y se lanza con los dientes en posición "machacar" hacia mi. Como no soy Cesar Millán, improviso y me pongo a gritarle al perro a la vez que levanto mi pierna izquierda al estilo kung-fu apuntando la bota hacia la boca del perro. Se para y se vuelve hacia atrás ladrándome. Menos mal, porque las botas son nuevas y he tenido que comprármelas yo ya que no me las daban.
Mi compañero, con mas raciocinio que yo, me ha dicho que me quitara de allí desde la puerta. Allí he estado un rato parado con la mano en la pistola (sin cargar) por si había una segunda intentona, marcando mi posición de macho dominante y hacerle ver que no tenía miedo. Al final, status quo, y me he ido despues de comprobar que había que volver porque la perra (era hembra) tenía cachorros y el "dueño" los tenía en condiciones deplorables. Eso y que había por allí también sueltas unas cuantas gallinas y, posiblemente, gallos de pelea.
Después me enterado, ya que los compis no me habían avisado, que el lacero no había sido capaz de cogerlo el día anterior porque lo había atacado igual y había salido por patas. Con amigos así va uno apañado.
1 anécdota más para el señor de las bestias.
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